El gabinete del Dr.Caligari
‘’La obra artística
traza un hiato entre la represión pura de lo siniestro y su presentación
sensible y real’’. Estas palabras de Sigmund Freud vienen a aplicar a sus tesis
psicoanalíticas la cualidad que muchos otros pensadores han relacionado con el
arte, y es la de cristalizar algo tan abstracto como son las emociones humanas,
en una obra concreta perceptible por nuestros sentidos. O como dijo Ricciotto
Canudo en El manifiesto de las siete
artes (1911), en el que reivindicaba al cine como el arte definitivo, ‘’convertir lo efímero en eterno’’. Pero
volviendo al mundo del subconsciente freudiano, no son pocos los ejemplos en
los que, confirmando las ideas del padre del psicoanálisis, hemos visto
reflejados en la obra cinematográfica los impulsos más primarios y a menudo
reprimidos de la mente humana. A veces de manera directa y con la menor
mediación posible de la razón, como pretendía el cine surrealista, y otras
veces escondido en propuestas más convencionales, como puede ser el cine de
terror, en el que vamos a centrarnos en este texto. Como veremos, precisamente
en este género, se dan la mano constantemente el miedo (la muerte, la violencia) con el sexo. Una paradoja que
une dos conceptos aparentemente tan contrarios y, sin embargo, tan inseparables,
pues ambos nacen juntos en lo más profundo e instintivo de nosotros mismos.